Por fin he descubierto que guiso bien solo que no había encontrado los clientes perfectos. Llevo la comida que sobra, los restos a Darío y a Pinto todos los días y me reciben con una alegría que desborda. Se me ponen delante de los pies y no me dejan andar, son dos siameses preciosos y la mar de cariñosos. Los descubrió Marina y se hizo con ellos en la huerta, son de los vecinos pero ahora no salen de nuestro sitio, ella les llevaba comida y yo he seguido y me da gusto verlos cuando llego. ¡quién me lo iba a decir!.
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